Haza del Trigo



Haza del Trigo es un proceso de atención, mirada y fotografía de un lugar que, más allá de su geografía, se hace desde la memoria individual y familiar, tejiendo un recorrido orgánico hacia la memoria y el imaginario colectivo al tomar el paisaje, la familia y un almendro como nudos en una posible narración sobre la pertenencia a un lugar y el tiempo habitado por cuatro generaciones de mujeres de esa familia, mujeres que son voz de la historia familiar y de la historia de un pueblo desde la Guerra Civil hasta nuestros días.

Las fotografías de paisaje pueden ofrecernos tres verdades: geografía, autobiografía y metáfora. Si las consideramos por separado, la geografía, suele ser aburrida, la autobiografía es, frecuentemente, trivial y la metáfora puede ser engañosa. Pero si las consideramos en conjunto (…) los tres tipos de información se refuerzan y complementan mutuamente, manteniendo intacto, en nuestro trabajo, el amor por la vida.
                                                                                                                                                                         
                                                                                                                                                                         Robert Adams, Beauty in photography



Geografía

Haza del Trigo es un pueblo del término municipal  Polopos - La Mamola, en la Contraviesa, la Alpujarra Baja, provincia de Granada. Es un lugar de invernaderos, almendros y albercas, casas y cortijos encalados. No está lejos de la ciudad de Granada ni de la carretera principal, pero no se pasa por allí por casualidad. La pista asfaltada termina al llegar al pueblo. Una calle lo atraviesa y enlaza con la rambla sobre la que se erige el pueblo y que funciona como eje en torno al cual se transforma continuamente el paisaje.

El paisaje de esta zona al sur de Sierra Nevada de la provincia de Granada y de Almería sufre una importante transformación desde la época moderna en relación siempre con el modelo de explotación agraria. El bosque mediterráneo que cubría su suelo ha ido desapareciendo, especialmente desde el siglo XVII, con el cultivo extensivo de la uva, hasta el abandono que sufren estas tierras en la actualidad, como consecuencia del modelo de producción intensiva en invernaderos que sustenta la microeconomía local y que se impone desde la macroeconomía europea, lo que genera un impacto brutal hacia la desertización de la tierra.

Autobiografía

Conocí Haza del Trigo en 2004 durante las fiestas de Santa Ana, patrona del pueblo. Según datos de 2010, en Haza del Trigo viven alrededor de ciento y cincuenta personas. Nosotros hemos contado ochenta personas, aproximadamente.

Haza del Trigo es el pueblo en que nació Maribel, mi compañera, y toda su familia. Han pasado catorce años desde aquellas fiestas de Santa Ana. En este tiempo, la familia ha crecido y ha menguado según el orden y el caos naturales de la vida. Y la fotografía ha ido alumbrando las cosas verdaderamente importantes, las personas que están cerca, el amor, el espacio y el tiempo que habitamos. La práctica fotográfica se nutre de un impulso de hacer algo como respuesta a un estímulo que otro algo genera.

Un día después de la cena de Nochebuena de 2009 se esparcieron unas fotos de la familia sobre el mantel. Fotos con dedicatorias, uniformes, fotos antiguas de estudio. Una foto de la bisabuela de mi hija que aún no lo era. Un retrato poderoso. Mirada dura, seca, piel curtida, pelo recogido, vestida de negro.  Encarnación perdió a su marido durante la guerra. Perdió a una hija y crió a otra, Emilia, la madre de Maribel. Con el redescubrimiento de ese retrato comenzó algo, una conexión invisible. En los años siguientes llegó nuestra hija Ariadna, y, a través de las fotografías que iba reuniendo se comenzó a dibujar un mapa invisible que unía cuatro generaciones de mujeres de una misma familia.

Metáfora

Pasear y fotografiar por los alrededores del pueblo indicó el surgimiento de una atención hacia un nuevo refugio, un almendro, y el descubrimiento de la convergencia de la compleja arquitectura de los recuerdos hacia su centro, la memoria.

El almendro es un árbol particular en la rambla que pasa bajo el pueblo. Es un almendro particular porque está solo, estaba, al borde de un desnivel. Se había quedado solo donde antes había habido otros árboles frutales. Entonces vinieron los invernaderos. El almendro se convirtió en una isla en aquel paisaje, un lugar de encuentro. Lo fui fotografiando.

Los hombres trabajan la tierra. Las mujeres trabajan la tierra y hacen todo lo demás. Pronto ese árbol, además de un refugio o confesionario o lugar de descanso, fue adquiriendo otros significados. La almendra es un símbolo radicalmente femenino, mandorla. Los hombres varean los almendros, y las mujeres recogen las almendras, las descascaran, las parten, las almacenan, las pelan y las cocinan.

Ya en la plena metáfora, ese almendro se convirtió en la fuerza de una comunidad matriarcal escondida tras el físico, el desgaste y el sacrificio del hombre agricultor forjado en los sinsentidos de la España negra de la posguerra y la transición.





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Paisaje

Mapa, erosión y memoria



Una persona amada y Haza del Trigo, el pueblo de origen de su familia. La fotografía. Fotografías familiares. Una fotografía en la que ella de niña sonríe mirando a la cámara a una cierta distancia. Reconocer el paisaje desde aquella imagen. Volver  allí durante años y conocernos. Fotografiar. Hacer nuestra familia. Ya no estar allí la familia y aceptar la erosión de la memoria.